Ella se viraba por su cama
una y otra vez, no podía dormir, pues sentía emociones encontradas sin motivo
alguno. Algo la vigilaba desde la oscuridad, si iba a la cocina por algún
refrigerio a oscuras, la atropellaban sombras escurridizas qué se movían
rápidamente de un lado a otro. Ella era una persona calmada; sin embargo este
tipo de situaciones la atormentaba cada noche. Y el día no era una excepción
las personas se burlaban de ella sin conocerla. Por ese motivo era callada y
antisocial pero disfrutaba de esa soledad, se ganó un apodo de “bruja” por su
extraña actitud, por esa forma inusual de mirar a las personas y por sus gatos
negros que solían a recibirla cundo llegaba a casa. Un peculiar aroma a sándalo
se podía oler cada inicio de semana, le relajaba ese aroma. Aunque la gente de
afuera le “gritaban” insultos y unas extrañas voces que escuchaba desde su
cabeza le ordenaban que saliera de casa y que no vuelva. Se acostumbró a
ignorarlas y ante esas situaciones, ya que se lo había ganado por su conducta
extravagante que se había creado. Por otro lado; otra joven, aparentemente
normal, tenía extrañas alucinaciones sobre una chica atormentada por demonios y
seres del bajo astral, que dibujaba en su diario. Sin conocerla, parecía que
estaban conectadas entre sí. Está joven, tenía el don de la videncia sin
controlarla por que desconocía ese don, era sensible a las emociones de otros.
Le molestaba salir a la calle y mirar a los ojos de las personas; ya que, como
flechazos, podía registrar las emociones de esas personas, palabras se formaban
en su mente, con ganas de darles un buen consejo. Pero ella guardaba esos
consejos en secreto, mientras se alejaba. A la muchacha de sus visiones le
llamo Mónica, trataba de mandarle emociones positivas, ya que muy en el fondo
la vidente sabía que Mónica era su misión y que debía encontrarla para
ayudarla. Sin conocerla, ya sabía todo sobre Mónica, le tenía afecto cómo de
hermanas. Mónica recibía esas impresiones y por el día se sentía tranquila,
esas sombras de la noche ya no la acosaban. La vidente se lavaba sus dientes
después de cenar, cansada por esas ilusiones. Mientras que Mónica se miraba al
espejo y se preguntaba mentalmente: -“¿Quién era la que le ayudaba a
distancia?”- Quería conocer a ese extraordinario ser. Y al rascarse los ojos,
la vidente pudo verla en el reflejo del espejo por segundos relámpagos. Se secó
con la toalla y se cubrió sus ojos asustada, salió del baño con un grito
ahogador. Se conectaron ambas por esa
misma necesidad que no querían sentirse solas, las dos deseaban conocerse
aunque Mónica no vio nada por el espejo, pero el nombre de Lucía se le figuraba
en su mente. Lucía y Mónica, estaban interconectadas entre sí karmicamente,
desconocían esa historia que aún no tenía clara la vidente pero soñaba
nítidamente las escenas cuando profundamente lograba dormir. Mónica pidió
conocer a Lucia, tenía la corazonada que Lucía iba a poder ayudar, segura de
que ella no estaba loca. Por el don incontrolable de Lucía, tampoco tenía amigas.
Así transcurrieron los días, las jóvenes salían a buscar a algo en las noches,
sin conseguir nada, se regresaban al refugio de sus casas, el único lugar donde
sentían seguridad. Y así, transcurrió un mes. Mónica tuvo una extraña sensación
auditiva muy molesta, la gotera de una tubería se escuchaba muy agudo y de día
no se quitaba, era realmente incomodo ese ruido. Además, se escuchaban golpes
en las paredes en el cuarto de Mónica, que no la dejaban concentrarse para estudiar
y se iba a dormir, poco a poco le ganaba el sueño y logró soñar a Mónica, una
persona agradable y le sonreía amigablemente, y pronto se le ocurrió la idea de
como diera lugar iba a conocer a Lucía, se sentía inquieta y vagabundeaba por
las tardes sin sentido, esperando encontrarse con su amiga. En ese preciso
momento, en media noche, Lucía prendía una veladora rosada en nombre de la
amistad y pidió conocer a Mónica, tenía la corazonada que ambas vivían muy
cerca. Tenían esa chispa de esperanza, de que la amistad les iba a sacar de la
soledad, tener un amiga verdadera, que supiera escuchar y comprendiera. Ya que
nadie puede estar sólo en esta vida, el universo equilibra las cosas en
semejanza y en armonía para traer lo merecido, lo que es justo. Mónica, volvía
a escuchar esas voces que la atormentaban en todo momento, ella podía ver a espíritus
desencarnados que vagaban cerca de ella, a veces hablaba con ellos y eso hacía
que las personas la trataran de loca. A veces, no le importaba, ya se sentía
acostumbrada de las burlas de los fantasmas que a ninguno les hacía caso y era
fácil hasta cierto punto de ignorarlos. En cierta ocasión, una vez repentinamente
las cosas de su habitación empezaban a moverse y los cajones de su cómoda se abrían
y cerraban estrepitosamente ella tenía miedo. Las luces se prendían y apagaban,
su “locura”, se había manifestado realmente, pero sólo ella era único testigo
de tal fenómeno. Un olor extraño se hizo presente casualmente, una presencia fantasmagórica
se había hecho visible frente a ella. Con pánico, Mónica se guardaba dentro de
las cobijas, sin poder articular algún grito fóbico, intentaba ignorarle ya que
era muy resistente. Los intentos del fantasma parecían inútiles. Mónica creía
que todo eso era producto de su mente y que está ves si estaba enloqueciendo. Sin
embargo, el fantasma quería ayudarlas, con ello se ganaría el perdón para
ganarse el cielo y así, lograr descansar, pero ellas no se dejaban ayudar,
¿Cómo iba a lograr tan proeza? Se cuestionaba impacientemente y estaba
realmente furioso, parecía ser una misión complicada, pero entre todo eso se
percató que ambas jóvenes tenían algo en común, tenían cualidades que ambas
desconocían, que él iba a presionar, para que se pudieran conocer. Estaba seguro
que sus dones empáticos de ambas jóvenes se activarían estando juntas. Este ser,
estaba estudiando el caso profundamente hasta inspeccionar sus vidas pasadas. Impresionantemente
para él, descubrió que ambas estaban registradas en los archivos akáshicos por
generaciones. Había encontrado claves muy importantes que se interconectaban
entre varias generaciones karmicas, aproximadamente ciento ocho generaciones
juntas, como madre e hija, maestra estudiante, soldado y coronel, bruja y
aprendiz, pareja real… entre otros muchos. Habían vivido acontecimientos históricos
y en todas, pero en todas esas épocas habían vivido juntas, con diferentes
rolles en cada vida, pero principalmente juntas. Está vida actual no sería la
excepción; el fantasma sería el Impulsor que juntaría a dos grandes amigas a
través de la larga línea del tiempo y sus reencarnaciones. Y de no alcanzar el
perdón para irse “al más allá”, seguro que se quedaría con ellas para darle más
énfasis a sus dones y duplicar la magia mística que ellas dos guardaban. Estaba
emocionado, al lograr inmiscuirse entre las guapas jovencitas, se retiró por
una larga temporada, dejando recorrer el curso natural de la vida, sin
presionar. Observaría cada paso que daban, hasta tener la oportunidad de poder
influir en algún acontecimiento para su intervención; para hacer así una gran
eclosión espectacular en el universo presente. Aunque reconocía que le faltaba
experiencia para acometer tal hazaña, pero al fin de cuentas, estaba seguro que
triunfaría la magia de la amistad. Estaba seguro del éxito e indagaría en sus
historias para unir las piezas faltantes del rompecabezas. Transcurrió medio
año, hasta llegar a Diciembre; las jóvenes habían abandonado el espíritu de la
navidad y era un día como cualquier otro. Mientras tanto, en casa de Mónica se
organizaban para comprar la despensa navideña; Mónica caminaba cabizbaja con
sus manos metidas en sus bolsillos de la chamarra y el gorro cubriéndole su
cabello. Regañada por su madre constantemente estaba fastidiada que su hija
actuara de esa manera tan negativa y desaprobaba es postura corporal que no
podía mediar. Era inútil para su madre hacer que ella reaccionara para que
saliera de ese caparazón y su pesimismo. Pero su padre, era otra cosa distinta,
ya que respetaba a su hija con esa tendencia gótica de su moda, incluso sus
regalos navideños eran poco convencionales y estrambóticos; cada regalo de su
padre era el grito “en el cielo”, de su madre, pero nada podía hacer contra eso
por más que le reclamaba a su esposo. Ya que este era un escritor amateur del genero
gore y por si fuera poco era escultor gótico, que creaba utilería para
cortometrajes de terror que subía sus videos a una plataforma y de esa manera
generaba sus ingresos para el hogar, mientras que ella era una facilitadora de
estudio en una plataforma de aprendizaje y freelancer, de esa manera también
contribuía a las finanzas de la familia sin salir de casa, era un matrimonio balanceado.
Pero a Mónica no le importaba, ya que se sentía incomprendida por sus padres,
los adornos navideños le parecían extraños, eran más inusuales que la utilería de
su padre. Para la sociedad eran una familia disfuncional y energúmena y no
podían evitar envolverse ante los comentarios absurdos de los demás. Mientras que
Lucía por su cuenta, vivía sola en un departamento y sin adornos navideños,
para ella igual era una época más y muy fría por cierto. Sin amigos, sin sus padres
cerca pero deseaba conocer a su amiga del alma Mónica, la de sus sueños.
En un
día con una leve llovizna le llego un sobre a Lucía, era regalo de sus padres
para su “cena individual” y su regalo, con muchas felicitaciones de la familia.
Tiró el sobre con la carta, ya que era una joven acostumbrada a realizar sus
compras en línea gracias a “sus alucinaciones mentales” que ella creía tener,
evitaba salir de su departamento. Recuerda que en cierta ocasión le mandaron
algo por error; una muñeca que daba miedo cada vez que la veía, intento
devolverla, pero extrañamente en el sistema, no había ningún error. Dejo de
insistir, pero nunca saco la muñeca de su caja. Al pedir su despensa, le
llegaban a mandar latas caducadas y tenía que seguir el protocolo molesto de la
queja y devolución de productos para que volviera a pasar lo mismo una y otra vez,
ya estaba fastidiada de esos errores. Gracias a eso, se armó de valor para
salir de su sitió de confort y salir a explorar para comprar ella misma sus
cosas. El frio helaba su nariz, y la chamarra la sofocaba por dentro y no
estaba acostumbrada a vestir de esa forma. Ambas se encontraban en el mismo
centro comercial, sin saber que por ahí estaba cerca Mónica, lograron
encontrarse, su corazón latía apresuradamente y ambas volteaban a verse, mientras
Mónica se enfrentaba ante los regaños interminables de su madre, un joven
delincuente, extraía de su bolso su cartera sin que la señora se diera cuenta,
pero Lucía pudo verle. El ratero guardo la cartera y creía que nadie lo había
visto, ya que su cualidad escurridiza era mañosa y exitosa, que no se daban
cuenta de sus hurtos en ese momento. Lucia con un grito alertó al ladrón y este
corrió pero Lucía le siguió hasta alcanzarlo, se impresionó con que velocidad
había corrido pero con la adrenalina a flote de haber detenido a ladrón. Sin duda,
era mañoso pues le aventó la cartera encima y los policías alertados del suceso
detuvieron a la joven e irremediablemente el delincuente escapo. La justicia recayó
en que ella era culpable. Lucía no podía dar buenos argumentos para defenderse
y todo se señalaba en su contra. Inmediatamente se le voceo a la madre de
Mónica para recoger su cartera robada para su asombro. Mónica reconoció a Lucía
y se consternó de ella, le pidió a su madre que no la acusara y pidiéndole un
favor a cambio l madre aceptó porque a la vez le convenía el trato de su hija. Para
que su madre no le demandara por el hurto como castigo, se le indicó que por un
mes ayudaría al aseo de la casa de Mónica y además que serían amigas y Mónica
se encargaría de reintegrar a Lucía para que no volviera a delinquir. Lucía acepto
con mucho gusto y las cosas se solucionaron. Ambas querían una amiga y por su
deseo se reencontraron, amigas sin prejuicios y sin discriminaciones. Así,
llegó el espíritu navideño. Mónica y Lucía, contaron las cosas extrañas que les
sucedían y coincidieron en las anécdotas y descubrieron que se trataban de dones
compatibles. Pronto una perrita toco a la puerta moribunda y hambrienta, las
muchachas le dieron asilo atendiéndole con delicados cuidados, le llamaron –“Dulce
Navidad”-, por el hecho de que llegó en un día especial. El fantasma regreso el
seis de enero, quedado asombrado por los hechos ocurridos durante su ausencia. De
ese modo, decidieron que juntas desentrañarían el misterio de esos dones y
juntas, aún con esa presencia fantasmal, les ayudaría a resolver casos
insólitos, hasta ahora genuinos para ellas mismas. Con el tiempo, formaron un
blog en donde narraban sus experiencias y daban consejos a mujeres que
desconocen sus dones como ellas al principio. Ayudaron a muchas mujeres a
comprender su destino y poco a poco sin darse cuenta empezaron a ser populares
y famosas en materia. Gracias al Impulsor, fundaron un centro de ayuda
espiritual para mujeres, le habían llamado: -“Misterio y Verdad: juntas de la
mano”- y con ello, Mónica y Lucía se hicieron viejitas pero nunca se casaron
pues la fundación les demando gran parte de sus vidas y aunque Lucía falleció a
los ochenta y ocho años de edad, Mónica se encontraba sana y lleno de júbilo,
sabía que Mónica ahora sería su impulsora espiritual, pues tenía aún muchas
misiones que cumplir. Un hecho sobresaliente sucedió en el funeral de Lucía,
pues varios pajaritos, perros y gatos se acercaron a darle el ultimo adiós; ya
que está tenía un cariño entrañable por esos animalitos y recordaba que su
amiga siempre cargaba una bolsa de croquetas, cuando salían y siempre se
encontraba a algún animalito que darle de comer. Sin duda Lucía había sido un
ejemplo de vida para Mónica y tras del fallecimiento de su mejor amiga intentó
seguir los mismos pasos que ella, FIN!
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