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Navidad estrambótica (6)




Ella se viraba por su cama una y otra vez, no podía dormir, pues sentía emociones encontradas sin motivo alguno. Algo la vigilaba desde la oscuridad, si iba a la cocina por algún refrigerio a oscuras, la atropellaban sombras escurridizas qué se movían rápidamente de un lado a otro. Ella era una persona calmada; sin embargo este tipo de situaciones la atormentaba cada noche. Y el día no era una excepción las personas se burlaban de ella sin conocerla. Por ese motivo era callada y antisocial pero disfrutaba de esa soledad, se ganó un apodo de “bruja” por su extraña actitud, por esa forma inusual de mirar a las personas y por sus gatos negros que solían a recibirla cundo llegaba a casa. Un peculiar aroma a sándalo se podía oler cada inicio de semana, le relajaba ese aroma. Aunque la gente de afuera le “gritaban” insultos y unas extrañas voces que escuchaba desde su cabeza le ordenaban que saliera de casa y que no vuelva. Se acostumbró a ignorarlas y ante esas situaciones, ya que se lo había ganado por su conducta extravagante que se había creado. Por otro lado; otra joven, aparentemente normal, tenía extrañas alucinaciones sobre una chica atormentada por demonios y seres del bajo astral, que dibujaba en su diario. Sin conocerla, parecía que estaban conectadas entre sí. Está joven, tenía el don de la videncia sin controlarla por que desconocía ese don, era sensible a las emociones de otros. Le molestaba salir a la calle y mirar a los ojos de las personas; ya que, como flechazos, podía registrar las emociones de esas personas, palabras se formaban en su mente, con ganas de darles un buen consejo. Pero ella guardaba esos consejos en secreto, mientras se alejaba. A la muchacha de sus visiones le llamo Mónica, trataba de mandarle emociones positivas, ya que muy en el fondo la vidente sabía que Mónica era su misión y que debía encontrarla para ayudarla. Sin conocerla, ya sabía todo sobre Mónica, le tenía afecto cómo de hermanas. Mónica recibía esas impresiones y por el día se sentía tranquila, esas sombras de la noche ya no la acosaban. La vidente se lavaba sus dientes después de cenar, cansada por esas ilusiones. Mientras que Mónica se miraba al espejo y se preguntaba mentalmente: -“¿Quién era la que le ayudaba a distancia?”- Quería conocer a ese extraordinario ser. Y al rascarse los ojos, la vidente pudo verla en el reflejo del espejo por segundos relámpagos. Se secó con la toalla y se cubrió sus ojos asustada, salió del baño con un grito ahogador. Se conectaron ambas  por esa misma necesidad que no querían sentirse solas, las dos deseaban conocerse aunque Mónica no vio nada por el espejo, pero el nombre de Lucía se le figuraba en su mente. Lucía y Mónica, estaban interconectadas entre sí karmicamente, desconocían esa historia que aún no tenía clara la vidente pero soñaba nítidamente las escenas cuando profundamente lograba dormir. Mónica pidió conocer a Lucia, tenía la corazonada que Lucía iba a poder ayudar, segura de que ella no estaba loca. Por el don incontrolable de Lucía, tampoco tenía amigas. Así transcurrieron los días, las jóvenes salían a buscar a algo en las noches, sin conseguir nada, se regresaban al refugio de sus casas, el único lugar donde sentían seguridad. Y así, transcurrió un mes. Mónica tuvo una extraña sensación auditiva muy molesta, la gotera de una tubería se escuchaba muy agudo y de día no se quitaba, era realmente incomodo ese ruido. Además, se escuchaban golpes en las paredes en el cuarto de Mónica, que no la dejaban concentrarse para estudiar y se iba a dormir, poco a poco le ganaba el sueño y logró soñar a Mónica, una persona agradable y le sonreía amigablemente, y pronto se le ocurrió la idea de como diera lugar iba a conocer a Lucía, se sentía inquieta y vagabundeaba por las tardes sin sentido, esperando encontrarse con su amiga. En ese preciso momento, en media noche, Lucía prendía una veladora rosada en nombre de la amistad y pidió conocer a Mónica, tenía la corazonada que ambas vivían muy cerca. Tenían esa chispa de esperanza, de que la amistad les iba a sacar de la soledad, tener un amiga verdadera, que supiera escuchar y comprendiera. Ya que nadie puede estar sólo en esta vida, el universo equilibra las cosas en semejanza y en armonía para traer lo merecido, lo que es justo. Mónica, volvía a escuchar esas voces que la atormentaban en todo momento, ella podía ver a espíritus desencarnados que vagaban cerca de ella, a veces hablaba con ellos y eso hacía que las personas la trataran de loca. A veces, no le importaba, ya se sentía acostumbrada de las burlas de los fantasmas que a ninguno les hacía caso y era fácil hasta cierto punto de ignorarlos. En cierta ocasión, una vez repentinamente las cosas de su habitación empezaban a moverse y los cajones de su cómoda se abrían y cerraban estrepitosamente ella tenía miedo. Las luces se prendían y apagaban, su “locura”, se había manifestado realmente, pero sólo ella era único testigo de tal fenómeno. Un olor extraño se hizo presente casualmente, una presencia fantasmagórica se había hecho visible frente a ella. Con pánico, Mónica se guardaba dentro de las cobijas, sin poder articular algún grito fóbico, intentaba ignorarle ya que era muy resistente. Los intentos del fantasma parecían inútiles. Mónica creía que todo eso era producto de su mente y que está ves si estaba enloqueciendo. Sin embargo, el fantasma quería ayudarlas, con ello se ganaría el perdón para ganarse el cielo y así, lograr descansar, pero ellas no se dejaban ayudar, ¿Cómo iba a lograr tan proeza? Se cuestionaba impacientemente y estaba realmente furioso, parecía ser una misión complicada, pero entre todo eso se percató que ambas jóvenes tenían algo en común, tenían cualidades que ambas desconocían, que él iba a presionar, para que se pudieran conocer. Estaba seguro que sus dones empáticos de ambas jóvenes se activarían estando juntas. Este ser, estaba estudiando el caso profundamente hasta inspeccionar sus vidas pasadas. Impresionantemente para él, descubrió que ambas estaban registradas en los archivos akáshicos por generaciones. Había encontrado claves muy importantes que se interconectaban entre varias generaciones karmicas, aproximadamente ciento ocho generaciones juntas, como madre e hija, maestra estudiante, soldado y coronel, bruja y aprendiz, pareja real… entre otros muchos. Habían vivido acontecimientos históricos y en todas, pero en todas esas épocas habían vivido juntas, con diferentes rolles en cada vida, pero principalmente juntas. Está vida actual no sería la excepción; el fantasma sería el Impulsor que juntaría a dos grandes amigas a través de la larga línea del tiempo y sus reencarnaciones. Y de no alcanzar el perdón para irse “al más allá”, seguro que se quedaría con ellas para darle más énfasis a sus dones y duplicar la magia mística que ellas dos guardaban. Estaba emocionado, al lograr inmiscuirse entre las guapas jovencitas, se retiró por una larga temporada, dejando recorrer el curso natural de la vida, sin presionar. Observaría cada paso que daban, hasta tener la oportunidad de poder influir en algún acontecimiento para su intervención; para hacer así una gran eclosión espectacular en el universo presente. Aunque reconocía que le faltaba experiencia para acometer tal hazaña, pero al fin de cuentas, estaba seguro que triunfaría la magia de la amistad. Estaba seguro del éxito e indagaría en sus historias para unir las piezas faltantes del rompecabezas. Transcurrió medio año, hasta llegar a Diciembre; las jóvenes habían abandonado el espíritu de la navidad y era un día como cualquier otro. Mientras tanto, en casa de Mónica se organizaban para comprar la despensa navideña; Mónica caminaba cabizbaja con sus manos metidas en sus bolsillos de la chamarra y el gorro cubriéndole su cabello. Regañada por su madre constantemente estaba fastidiada que su hija actuara de esa manera tan negativa y desaprobaba es postura corporal que no podía mediar. Era inútil para su madre hacer que ella reaccionara para que saliera de ese caparazón y su pesimismo. Pero su padre, era otra cosa distinta, ya que respetaba a su hija con esa tendencia gótica de su moda, incluso sus regalos navideños eran poco convencionales y estrambóticos; cada regalo de su padre era el grito “en el cielo”, de su madre, pero nada podía hacer contra eso por más que le reclamaba a su esposo. Ya que este era un escritor amateur del genero gore y por si fuera poco era escultor gótico, que creaba utilería para cortometrajes de terror que subía sus videos a una plataforma y de esa manera generaba sus ingresos para el hogar, mientras que ella era una facilitadora de estudio en una plataforma de aprendizaje y freelancer, de esa manera también contribuía a las finanzas de la familia sin salir de casa, era un matrimonio balanceado. Pero a Mónica no le importaba, ya que se sentía incomprendida por sus padres, los adornos navideños le parecían extraños, eran más inusuales que la utilería de su padre. Para la sociedad eran una familia disfuncional y energúmena y no podían evitar envolverse ante los comentarios absurdos de los demás. Mientras que Lucía por su cuenta, vivía sola en un departamento y sin adornos navideños, para ella igual era una época más y muy fría por cierto. Sin amigos, sin sus padres cerca pero deseaba conocer a su amiga del alma Mónica, la de sus sueños.



 En un día con una leve llovizna le llego un sobre a Lucía, era regalo de sus padres para su “cena individual” y su regalo, con muchas felicitaciones de la familia. Tiró el sobre con la carta, ya que era una joven acostumbrada a realizar sus compras en línea gracias a “sus alucinaciones mentales” que ella creía tener, evitaba salir de su departamento. Recuerda que en cierta ocasión le mandaron algo por error; una muñeca que daba miedo cada vez que la veía, intento devolverla, pero extrañamente en el sistema, no había ningún error. Dejo de insistir, pero nunca saco la muñeca de su caja. Al pedir su despensa, le llegaban a mandar latas caducadas y tenía que seguir el protocolo molesto de la queja y devolución de productos para que volviera a pasar lo mismo una y otra vez, ya estaba fastidiada de esos errores. Gracias a eso, se armó de valor para salir de su sitió de confort y salir a explorar para comprar ella misma sus cosas. El frio helaba su nariz, y la chamarra la sofocaba por dentro y no estaba acostumbrada a vestir de esa forma. Ambas se encontraban en el mismo centro comercial, sin saber que por ahí estaba cerca Mónica, lograron encontrarse, su corazón latía apresuradamente y ambas volteaban a verse, mientras Mónica se enfrentaba ante los regaños interminables de su madre, un joven delincuente, extraía de su bolso su cartera sin que la señora se diera cuenta, pero Lucía pudo verle. El ratero guardo la cartera y creía que nadie lo había visto, ya que su cualidad escurridiza era mañosa y exitosa, que no se daban cuenta de sus hurtos en ese momento. Lucia con un grito alertó al ladrón y este corrió pero Lucía le siguió hasta alcanzarlo, se impresionó con que velocidad había corrido pero con la adrenalina a flote de haber detenido a ladrón. Sin duda, era mañoso pues le aventó la cartera encima y los policías alertados del suceso detuvieron a la joven e irremediablemente el delincuente escapo. La justicia recayó en que ella era culpable. Lucía no podía dar buenos argumentos para defenderse y todo se señalaba en su contra. Inmediatamente se le voceo a la madre de Mónica para recoger su cartera robada para su asombro. Mónica reconoció a Lucía y se consternó de ella, le pidió a su madre que no la acusara y pidiéndole un favor a cambio l madre aceptó porque a la vez le convenía el trato de su hija. Para que su madre no le demandara por el hurto como castigo, se le indicó que por un mes ayudaría al aseo de la casa de Mónica y además que serían amigas y Mónica se encargaría de reintegrar a Lucía para que no volviera a delinquir. Lucía acepto con mucho gusto y las cosas se solucionaron. Ambas querían una amiga y por su deseo se reencontraron, amigas sin prejuicios y sin discriminaciones. Así, llegó el espíritu navideño. Mónica y Lucía, contaron las cosas extrañas que les sucedían y coincidieron en las anécdotas y descubrieron que se trataban de dones compatibles. Pronto una perrita toco a la puerta moribunda y hambrienta, las muchachas le dieron asilo atendiéndole con delicados cuidados, le llamaron –“Dulce Navidad”-, por el hecho de que llegó en un día especial. El fantasma regreso el seis de enero, quedado asombrado por los hechos ocurridos durante su ausencia. De ese modo, decidieron que juntas desentrañarían el misterio de esos dones y juntas, aún con esa presencia fantasmal, les ayudaría a resolver casos insólitos, hasta ahora genuinos para ellas mismas. Con el tiempo, formaron un blog en donde narraban sus experiencias y daban consejos a mujeres que desconocen sus dones como ellas al principio. Ayudaron a muchas mujeres a comprender su destino y poco a poco sin darse cuenta empezaron a ser populares y famosas en materia. Gracias al Impulsor, fundaron un centro de ayuda espiritual para mujeres, le habían llamado: -“Misterio y Verdad: juntas de la mano”- y con ello, Mónica y Lucía se hicieron viejitas pero nunca se casaron pues la fundación les demando gran parte de sus vidas y aunque Lucía falleció a los ochenta y ocho años de edad, Mónica se encontraba sana y lleno de júbilo, sabía que Mónica ahora sería su impulsora espiritual, pues tenía aún muchas misiones que cumplir. Un hecho sobresaliente sucedió en el funeral de Lucía, pues varios pajaritos, perros y gatos se acercaron a darle el ultimo adiós; ya que está tenía un cariño entrañable por esos animalitos y recordaba que su amiga siempre cargaba una bolsa de croquetas, cuando salían y siempre se encontraba a algún animalito que darle de comer. Sin duda Lucía había sido un ejemplo de vida para Mónica y tras del fallecimiento de su mejor amiga intentó seguir los mismos pasos que ella, FIN!



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