Érase una vez, hace mucho pero mucho tiempo, existía un gato negro qué deambulaba en todo los alrededores de un pueblo. Considerado mágico por la presencia de seres extraordinarios que corrían por la noche. El gato le pertenecía a una señora llamada Doña Carmita era una tejedora y por las tardes le encantaba viajar al centro para alimentar a las paloma. Era una viejecilla gentil enseñaba a las niñas a tejer chambritas para sus muñecas. El gato siempre a un lado de Doña Carmita; las palomas le picoteaban al gato sus orejitas y este sólo sacudía su cabeza sin hacerles daño. Perezoso bostezaba y se extendía para sentir el sol. Era un domingo por la mañana. Doña Carmita tenía la imagen de la mestiza yucateca típica que vestía su hipil con rebozo. Vendía sus artesanías y los supervisores del mercado la dejaban vender, sin meterle problemas por no tener el permiso del suelo pues la mayoría sabía que Carmita era una bruja muy buena persona sin embargo le temían, que por quitarle su mercancí...
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