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CREEPYPASTA: LA FANATICA

(CREEPYPASTA) LA FANATICA.
(Mundos Paralelos)
Por Alma Teresa Fuente Moreno.
NOTA: Espero hayan leído al inicio que decía “Creepypasta”, no es mi intención crear confusiones ni paranoia de algo que bien sepan pueda ajustarse muy bien a la realidad. Es pura coincidencia meramente; así que, habiendo aclarado esto, les dejo con el siguiente cuento.
El día que conocí a Cristian Trejo fue para mí una experiencia mística y obtener una visita guiada con el investigador Paranormal en la Ciudad de México en los lugares más embrujados, fue una experiencia casi mística. Me encantan sus libros, el día que obtuve sus primeros manuscritos de su primer libro titulado: -“La Cabaña Demoniaca”-, fue para mí un milagro cumplido un sueño hecho realidad. Les cuento como fue aquella primera vez que lo conocí. Fui a Popotla, a buscar un trabajo y un coche que conducía a velocidad por poco me arrolla, el chofer se percató y muy amable se detuvo y pregunto que si me encontraba bien, yo le dije que sí. Pero alguien se asomó y le grito al chofer que se moviera que tenían prisa, el me vio por unos instantes y aun así no le importó que yo estuviera en el piso, el muchacho se quería asegurar que estuviera realmente bien pero al darme la mano se oyó un grito a lo lejos, el señor se bajó del carro molesto y de pronto aproveche ese grito misterioso y grite fingiendo un dolor: -“Puta madre, que hiciste (a su chofer) no quiero tener problemas legales. Vamos a llevarla al hospital y la dejamos ahí”- El chofer le dijo que ayudara a levantarme y fingí cojear, -“Oye, estas bien, ¿No? Yo veo que…”- El señor empezó a decir de cosas molesto y lo regañaba, entones decidió seguirme el juego, -“Hay que darle una lección a este cabron, se cree que por ser dueño de la estación de Fashion Music, puede insultar a cualquiera”-, me dijo en voz baja y yo quede atónita de la emoción, había oído su nombre pero no lo conocía. –“¿Y todos esos aparatos raros?”- Cuestione extrañada, y el coche empezó la marcha y agarre un radio… sin querer este se activó y el ahora Cristian que sabía que así se llamaba, empezó a regañarme que dejara esos aparatos. El chofer se detuvo para apagar la radio… -“¿Qué rayos?”- preguntaba como asustado, -“Ya, caramba apaga esa maldita cosa… Bueno quítale las baterías, pendejo.”- Decía Cristian molesto y eso me empezó a enfadar, -“Ya, bájele”- grite molesta, cómo al señor Cristian Trejo no se le puede decir nada porque es la máxima autoridad y el afanado director de una estación de radio, hay de la persona que le haga una grosería cómo la mía, -“Haber, dame eso, ¿qué tan difícil es…?”- Abre la radio y se da cuenta que no llevaba nada de pilas y eso hizo que se estremecieran, señalándome silenciosamente con la mirada acusadora. Cristian se rasco la nariz, nadie dijo nada. Llegamos a la Cruz Roja, pero Cristian le dijo a su chofer que se siguiera a: -“A la casa”- le ordeno, yo lo vi sobresaltado, el coche mal arranco y mis papeles se dejaron ver… -“¿Son solicitudes de trabajo?”- Me pregunta Cristian y asentí con la cabeza, -“Necesito a alguien que trabaje para mí, bueno… cuando te recuperes”- Así paso un tiempo, yo me “recupere rápido”, pero cada que el señor me gritaba fingía que el dolor seguía y eso hacía que me tratara bien dándome los privilegios de los demás trabajadores que tenía, yo era la única mujer. –“¿Dónde fue tu último trabajo?”-, preguntaba –“Trabajaba como edecán en los velorios sirviéndoles café a los visitantes que tenían su difunto para enterrar en el cementerio del Jardín Guadalupano, el que está por Ecatepec”- Todos dejaron lo que tenía que hacer y Cristian echo a reír, se acercaba a mí y me hizo masajes en mis hombros con un sarcasmo que me parecía delicioso en ese entonces. –“Por eso mis aparatos reaccionan contigo, interesante.” No recuerdo a ver firmado contrato, sin embargo me pagaba puntualmente cada semana. Una vez, estaba tomando y yo salí hasta más tarde, los demás ya se habían ido y él se sentó cerca de mí  y empezó a acariciarse su bregueta excitado por verme imaginando cosas, yo lo vi crudamente y caí en cuenta que por eso me había pedido quedado hasta más tarde. –“Lo que te pierdes, pero un día cederás.”- dice molesto pero con un aire de orgullo tentador, suspire pero no le seguí el juego. Me hice novia de Raúl, el que era su chofer. Cristian lo corrió pero este seguía viéndome y pasaba por mí. Le conté las intenciones que este tenía conmigo, y así lleve un tiempo trabajando con ellos más las intenciones se hacían muy fuertes, una vez se apretó hacia a mí lastimándome pero mi novio había llegado justo en el momento preciso y le encajo unas tijeras en el cuello y logro apretarme el hombro dejándome una marca. Una sombra negra con garras salió de Cristian persiguiéndonos a queriéndonos matar  a mi novio lo rasguño de las piernas, por poco lo atrapa pero yo removí las tijeras del cuerpo de Cristian y se las volví a encajar en la pierna. La sombra desapareció pero Cristian pareció tomar vida y me abrazo tocándome los pechos y lastimándome yo lo mordí en el cuello. Entonces entre el ruido y los gritos, los vecinos llamaron a la policía y me vieron con Cristian en los brazos y con sangre en la boca, pero la policía se llevó preso a Raúl con una pierna fracturada y tanto al conductor y a mí, nos llevaron en ambulancia. Este aún en la camilla e inconsciente movió su mano apretándome la pierna que no pude soltar.
Me quede sin trabajo y poco después me llego una orden, una carta de restricción de no poderme acercar a Cristian pero entonces le metí demanda por acoso y le gane el susto. Después encontré un lugar para trabajar en el Centro como auxiliar de cocina en un restaurante del Barrio Chino, yo siempre vestía de negro. Y mi jefe este amable y buena persona, respeto mi “luto”, no obstante pasado el tiempo y viendo que seguía vistiendo de luto, decidió darme una plática muy extensa de duelo y resignación que no era bueno que me aferrara así en el luto que viviera la vida, que la vida continua. Gracias a esa plática motivacional cambié mi forma de vestir y eso hizo atraer más clientes al ver mi alegría, mi forma de hablar. Consejo que yo daba era como una joya que los clientes apreciaban, cómo si me vinieran a consultar y el requisito era que vinieran a comer. Después de un tiempo que lleve mi vida tranquila y que Raúl volvió conmigo, se había dedicado a ayudar a crear utilería de terror para cortometrajes en YouTube y con eso se ganaba la vida, tras el susto que nos metió Trejo. Pronto sucedió algo inesperado, una semana cambie lugar a mesera para cubrirle a la muchacha que había faltado por concepto de enfermedad y me había solicitado el apoyo que con el pago doble de ese día con mucho gusto accedí. Pronto un número de personas se acercó al restaurant, -“Una celebridad”-, gritan todos y mi jefe: -“A tiende al señor Trejo, y dale un buen consejo.”- Yo quedé atónita, no sabía si atenderlo o quedarme sin trabajo, pero pedí que mientras comiera alguien más le atendiera y que con gusto hablaría con él dándole las propicias. El último plato yo se lo lleve, por cordialidad y respetando su imagen, no dijo nada pero se asustó y le acerque el plato del postre. Vi cómo miraba la marca de mis piernas que él me había dejado y nunca se quitaron, cómo una huella de esa pesadilla que viví en Polanco. Y le dije muchas verdades que hice que se incomodara, que también hacía que se atragantara  y me contestaba que no era como yo lo había visto. Le hice ver que lo odiaba y me había decepcionado tanto y le di entender que se iba a arrepentir por el acoso y el mal trato que me dio después de que yo me negaba. Miraba su plato, cómo se llevaba el bocado a la boca sin pensar en nada malo y yo miraba atentamente hasta que logre incomodarlo y quedo pensativo en el último bocado… ¿Saben una cosa? me hubiera encantado echarle veneno para ratas, ese líquido que los chinos habían comprado para exterminar a una rata que daba lata, así deben morir todas las ratas cochinas como Cristian Trejo. FIN.     

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